09/07/200403/10/2004
Cerámica
El MPM acogió en la sala temporal de la primera planta, una exposición con 43 céramicas de Picasso datadas entre 1947 y 1965.
Entre 1946 y finales de los 60, Picasso se instala en el sur de Francia, cerca de sus raíces Mediterráneas, donde profundiza en las propiedades de la cerámica produciendo cerca de 2000 piezas.
Su labor de ceramista, se puede entender como una prolongación de su actividad como escultor, pintor y grabador. El artista nos sorprende tanto como nos divierte al transformar utensilios cotidianos en un universo mágico de seres vivos. Platos ilustrados con cabezas de cabras, caras, faunos; jarras con sagaces interpretaciones antropomórficas, vasijas con caprichosas formas y ornamentaciones, palomas modeladas a mano y figuras femeninas en variadas actitudes, homenaje a las clásicas tanagras. Objetos multiformes que recrean en atrevidos estilos decorativos temas presentes en toda la obra picassiana. Pintados, vidriados, recurriendo a métodos conocidos, según las técnicas tradicionales en las que Picasso se documentó concienzudamente -no faltan las reminiscencias árabes y españolas- o aplicando fórmulas personales nacidas de su propia intuición.
La cerámica se convirtió en una vía de gran descubrimiento artístico. Picasso se proponía dominar una antigua tradición, y no solo acabó infundiendo nueva vida a un arte milenario, sino que logró hacerlo plenamente suyo.