22/02/201129/05/2011
Kippenberger miró a Picasso
Martin Kippenberger (Dortmund, Alemania, 1953 – Viena, Austria, 1997) pertenece a una generación de creadores alemanes que analiza el papel del artista en la cultura contemporánea. La exposición que el Museo Picasso Málaga le dedicó fue una de las más relevantes de su obra en España, país en el que habitó a finales de los años ochenta y en el que creó una de sus series de obras directamente referida a Pablo Picasso, por cuya figura sintió desde sus inicios una particular atracción.
Descrito como uno de los artistas alemanes de más talento de su generación, tras su paso por la Academia de Arte de Hamburgo y una estancia en Florencia, Kippenberger se asentó en Alemania, donde comenzó una prolífica carrera como artista, que abarcó, casi compulsivamente, disciplinas tan diversas como la pintura, el dibujo, la escultura, la performance, la fotografía, la instalación e incluso la música.
En los años ochenta destacó tanto por su fuerza expresiva como por lo irónico y controvertido de algunas de sus obras, en las que frecuentemente reflejó su también agitada vida, así como su conocimiento de la tradición artística. En esa década alternó su vida en Alemania con estancias en otras ciudades como Los Ángeles, Carmona y Madrid. Aunque fue reconocido en vida, su trabajo se ha comenzado a estudiar y exponer de forma más amplia tras su temprana muerte a la edad de 44 años, especialmente en museos e instituciones estadounidenses.
Kippenberger mira a Picasso
A Martin Kippenberger la obra de Picasso le fue familiar desde la infancia. Reproducciones de sus obras colgaban en el hogar que habitó de niño, cuando ya despuntaba con un talento que, como en el caso del artista andaluz, fue alentado por su padre, aficionado a la pintura. Desde entonces y hasta el final de su vida, las alusiones al arte de Picasso se repitieron constantemente.
Entre las referencias explícitas se encuentra el libro De la impresión a la expresión. Cuarto de siglo de Kippenberger, que editó con motivo de su 25º cumpleaños bajo el nombre de Editorial Herederos de Pikasso: Berlín / París 1979, cambiando la ‘c’ de Picasso por la ‘k’ que era su propia inicial. El libro formó parte de la exposición del Museo Picasso Málaga.
Ya a mediados de los ochenta, para una exposición en las Islas Canarias, Kippenberger realizó el cartel y la tarjeta de invitación –también expuestos— utilizando una conocida fotografía tomada por David Douglas Duncan en 1962 en la que Pablo Picasso posa de modo orgulloso. Esta misma imagen le sirvió de inspiración para el conjunto de fotografías con las que ilustró un calendario de 1988 y para crear, ese mismo año, una serie completa de autorretratos en gran tamaño que pinta durante su estancia en la localidad sevillana de Carmona. Una selección de estos impresionantes óleos pudieron verse en el MPM.
Un año antes de morir, volvió a interesarse por las fotografías que David Douglas Duncan realizó de Pablo Picasso y, en concreto, de su esposa y luego viuda Jacqueline Roque. El resultado fue Jacqueline: los cuadros que Pablo ya no pudo pintar (1996), una serie de óleos –varios de ellos en la exposición— que reflexionan sobre los límites difusos entre retrato y autorretrato, entre lo masculino y lo femenino, la identidad y la pérdida. Al respecto, el propio Kippenberger explicó: “Picasso ha muerto, y ella se ha puesto triste. Así que yo me hago cargo de su trabajo. Basándome en las últimas fotos que había de Jacqueline Picasso, en blanco y negro y desenfocadas, intento trasladarlas al color y convertirlas en Picassos. En cierto modo, completar su obra, por así decir. Al fin y al cabo, ella fue uno de sus temas principales”.
La exposición
Kippenberger miró a Picasso mostró en el Museo Picasso Málaga una total de 55 obras entre pinturas de gran formato, dibujos y esculturas, así como 48 libros de artista y 73 carteles y tarjetas de invitación realizados por el creador alemán a lo largo de su carrera. También reunió una selección de imágenes, comentarios y entrevistas en vídeo realizados entre 1979 y 1997 que documentaron los trabajos expuestos. La exposición permitió tanto acercarse al trabajo de Kippenberger, como considerar la obra de Pablo Picasso desde la perspectiva que nos ofrece tanto su mirada como su voluntad de apropiación, que apunta una mezcla tensa entre devoción y descreimiento.
Se trató de la segunda entrega de una línea expositiva iniciada el pasado año 2010 por el MPM, que busca la huella de Pablo Picasso en los artistas de la segunda mitad del siglo XX, que atiende al modo en que los grandes creadores se han observado y se han evitado, conscientes unos y otros de la grandeza destructiva, de la sombra alargada de los llamados maestros.
La exposición se completó con una selección de obras del complejo Medusa (1996), en las que Kippenberger lleva hasta el límite el concepto del autorretrato como representación trágica de la propia existencia. En ésta, utiliza de nuevo la fotografía como punto de referencia, aunque en esta ocasión él mismo posa para la fotógrafa Elfie Semotan simulando las posturas de los personajes de la famosa pintura La balsa de la Medusa (1819) de Théodore Géricault (1791-1824), un dramático relato de las miserias de la humanidad en el que sin embargo hay lugar para la esperanza.
Kippenberger miró a Picasso estuvo comisariada por la Dra. Eva Meyer-Hermann, quien tras trabajar como conservadora jefe en el Van Abbemuseum de Eindhoven, desarrolló una carrera como comisaria independiente.