16/06/200820/08/2008
Momentos y miradas
Picasso visto por Otero
Bajo el título de Momentos y miradas. Picasso visto por Otero, el Museo Picasso Málaga presentó una nueva selección de imágenes de Roberto Otero, cuya obra fotográfica forma parte de los fondos del Archivo MPM. La exposición estuvo compuesta por cerca de un centenar de instantáneas que abrían al espectador una ventana al ambiente cotidiano del andaluz, por el que pasaron familia y amigos, una perspectiva diferente del hombre que existió tras el mito.
Roberto Otero (Trenque Lauquen, Buenos Aires, 1931-Palma de Mallorca, 2004) fue uno de los principales fotógrafos que tomó con continuidad imágenes íntimas de Pablo Picasso en los últimos años de su vida, transcurridos en el sur de Francia. Su relación con el maestro, al que conoció a través del crítico Ricardo Baeza y del escritor José Bergamín, se vio reforzada por el vínculo familiar que le unió con Rafael Alberti. Este estrecho contacto hizo posible la realización de un extenso archivo fotográfico, cercano a un gran álbum de familia y que constituye un testimonio excepcional de la cotidianidad del artista andaluz.
Las fotografías reunidas en Momentos y miradas. Picasso visto por Otero mostraron a Pablo Picasso junto a familiares, amigos y conocidos como el poeta Rafael Alberti, el fotógrafo Edward Steichen, el coleccionista Joseph H. Hirshhorn, el escultor Carl Nesjar y el pintor Edouard Pignon, entre otros. Fotografías impremeditadas y espontáneas con las que el autor accedió a ciertos aspectos del entorno del artista que difícilmente habrían estado al alcance de un artista gráfico. La exposición estuvo comisariada por Sofía Díez y Carmina David-Jones.
Estas imágenes, cuya base de datos puede consultarse en la Biblioteca MPM, son documentos integrados en la relación entre dos personas que pasaron días, a veces semanas, conversando hasta altas horas de la noche, comiendo y bebiendo en la casa del artista, yendo a los toros o paseando por los pueblos. En estas fotografías el espectador puede ver a Picasso trabajando o envuelto en discusiones apasionadas sobre el arte y la vida. Otras veces, simplemente aparece ante instantes de su tranquila intimidad, en uno de esos momentos en los que no pasa nada de particular, pero que marcan el compás real del tiempo.
Otero mostró una inclinación a fotografiar las obras de Picasso, en gran parte de los casos desde perspectivas escorzadas y con encuadres irregulares, como si fueran personajes que habitaran en el estudio del artista. En otras ocasiones, Picasso las observa y las manipula, como cuando examina los detalles del modelo para la monumental escultura Cabeza de mujer (1967), instalada en la ciudad de Chicago, o cuando preparaba la gran exposición que el Musée du Louvre le dedicó en su noventa cumpleaños, cuando se convirtió en el primer artista vivo en recibir esta distinción.
Del mismo modo, Jacqueline Roque, mujer del artista durante los últimos veinte años de su vida, protagoniza muchas de los instantes capturados por la cámara de Roberto Otero. La musa impone en las imágenes su callada presencia, siempre pendiente de lo que sucede a su alrededor. Probablemente la Jacqueline más llamativa de Otero sea una silueta a contraluz que la muestra sentada de perfil, con las piernas cruzadas y un cigarrillo en la mano.
El objetivo curioso de Roberto Otero introducía en esta exposición al espectador en la vida de un hombre que fue el artista más célebre de su tiempo, en una sensación atmosférica de la experiencia diaria de una persona, de sus relaciones, de bromas o discusiones entre amigos.