Operario soldando La femme à la clef (La Taulière) delante de Picasso en La Californie, Cannes, 1957. Fotografía de David Douglas Duncan. © RMN-Grand Palais (Musée national Picasso-Paris) / imagen RMN-GP © David Douglas Duncan
Del boceto al objeto
Picasso y las artes aplicadas
Desde un patrón textil realizado por William Morris a una lámpara diseñada por Mariano Fortuny, pasando por un frasco de perfume ideado por Kazimir Malévich o el vitral para una catedral concebido por Gerhard Richter, la razón de ser de las artes aplicadas se basa en la concepción artística de un objeto que ha sido creado para un uso específico en la vida cotidiana de la gente.
El artista presenta un diseño o prototipo que, mediante la colaboración con un artesano, fabricante u otro artista, se materializa en una o varias réplicas de un objeto en un proceso generalmente de fabricación industrial.
En Madoura, octubre 1953. Fotografía de André Villers. Colección particular.
Con cierta frecuencia François Hugo, George y Suzanne Ramié, Carl Nesjar, Egidio Costantini y Jacqueline de la Baume-Dürrbach, colaboraron con Pablo Picasso en la creación de joyas, cerámicas, monumentos públicos, vidrios o textiles.
Haber nacido en el seno de una cultura, la mediterránea, tan proclive históricamente al deleite de los placeres de la actividad manual, ayuda sin duda a comprender el demostrado interés que siempre tuvo Pablo Picasso por las artes populares. Además, estas creaciones suponían un terreno muy fértil para la experimentación artística: le permitía trabajar materiales diferentes de los que se utilizaban comúnmente en las artes visuales, como el barro o la plata; conocer prácticas y objetos profundamente enraizados en los orígenes prehistóricos de su tierra natal, como los colgantes con guijarros y huesos grabados; y realizar sus obras en espacios de trabajo distintos a sus estudios de pintor, como el taller de alfarería Madoura en Vallauris.
¿Hasta qué punto estas obras hechas colaborativamente se concibieron para ser utilizadas? Existen fotografías que demuestran que algunas de ellas sí que cumplieron una función, o al menos, sí que fueron utilizadas en el entorno más íntimo del artista. Pero aparte de estos testimonios excepcionales, lo cierto es que, con los años, la crítica, la literatura y las propias instituciones museográficas han dado a estos objetos (y a los bocetos que los precedieron) la misma consideración de obra de arte que pudiera tener un dibujo, una escultura o incluso una pintura del artista, llegando a formar parte de colecciones de importantes museos de todo el mundo y a alcanzar cifras muy elevadas en reputadas casas de subastas.
Françoise Gilot con el colgante Sátiro, y Pablo Picasso en segundo plano en La Galloise, Vallauris, septiembre 1952. Fotografía de Robert Doisneau
Entre las obras que se exponen en Diálogos con Picasso. Colección 2020-2023 en el Museo Picasso Málaga se incluye un buen número de este tipo de obras. Así es el caso del tapiz confeccionado a partir del legendario cuadro Las señoritas de Avignon (1907) realizado en 1958 en el estudio de tapices de Jacqueline de la Baume-Dürrbach. La tejedora, previa autorización del artista, se tomó una serie de libertades plásticas que tuvieron como resultado una obra iconográficamente reconocible, pero formal y plásticamente diversa. A Picasso le gustó tanto el tapiz que decidió colgarlo en su estudio de «La Californie».
Tapiz de Las señoritas de Aviñón colgando del muro del estudio de Picasso en «La Californie». Fotografía de Edward Quinn.