En exposición
Gallo y cuchillo sobre una mesa
París, 21 de febrero de 1947
Óleo sobre contrachapado
101 × 130 cm
Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso, Madrid
Saber más
«Un gallo sacrificado yace degollado y atado de patas sobre una mesa. Tiene enfrente un cuchillo y un cuenco vacío, utensilios ordinarios de cocina pero también instrumentos de muerte. Marie-Laure Bernadac ha hablado en Picasso and Things de las ‘obsesiones culinarias’ del artista, citando su empleo de metáforas como ‘el baile de los objetos domésticos’ (2 de febrero de 1937) o ‘los peligros de los cuchillos que se fugan’ (8 de noviembre de 1937) [1]. ¿Podrían esas ideas ayudar a comprender los mensajes mixtos de este bodegón como una vulgar escena de cocina, un sacrificio ritual, o quizá una alegoría cruel de la necesidad de matar para sobrevivir?
Los tres objetos que ocupan la mitad superior de la tela reposan como elementos de un sacrificio sobre el altar. Como señala Bernadac: ‘El gallo, símbolo de Cristo, aparece frecuentemente muerto sobre una mesa en pinturas de Picasso’ [2]. Las patas de la mesa y el cajón abierto parecen acercarse y alejarse simultáneamente a la manera cubista, pero acaban desintegrándose en una masa agitada. El tablero descoyuntado casi escapa flotando de su base.
Esta naturaleza muerta toma su asunto de obras anteriores, en particular la Niña con un gallo de 1938 (The Baltimore Museum of Art, Z.IX.109), donde una niña tiene a un gallo asido por las alas y a sus pies un cuchillo que anuncia el destino del ave. Jean Boggs relaciona el gallo de un estudio conexo con ‘la noble tradición de las aves muertas de Picasso, que se remonta al menos hasta la pintura de 1912 [MNCARS, Madrid, Z.II*.339]’ [3]. De los distintos elementos de la presente pintura se encuentran antecedentes en obras cubistas de Picasso: de la mesa y su cajón, en una serie de naturalezas muertas cubistas dibujadas en 1918 (Z.III.181-182,184,188), y específicamente en una pintura de Biarritz (Z.III. 211); del gallo, en las aves muertas, algunas desplumadas, de obras gráficas de 1918 (Z.XXIX.324-325,331-332) y 1919, como el bodegón (La Paloma, París, 1919) en el que una paloma muerta sobresale del borde de la mesa al igual que aquí su homólogo. Es interesante observar que Picasso, casi treinta años después, vuelve a asociar ciertas formas y objetos, por ejemplo este tipo de mesa con un ave muerta. Mientras su estilo se transforma espectacularmente, es la repetición de contenidos lo que da continuidad y coherencia a su variada producción. Ninguna obra anterior, sin embargo, ofrece una composición tan sencilla y directa como ésta, fundamental en su fuerza como imagen de la muerte. Por otra parte, todas esas obras son curiosamente incruentas —presagian la muerte o registran su resultado, a diferencia de las escenas salvajes de los años treinta (Crucifixión; La mujer del estilete; La muerte de la mujer torero y La muerte del torero; Gato atrapando un pájaro) o las numerosas tauromaquias de 1934, tantas veces bañadas en sangre pintada. El bodegón con un gallo y representaciones similares pueden ser manifestaciones más sutiles de la agresión silenciosa que tan claramente marcó las naturalezas muertas de collages de cuerdas y clavos en la primavera de 1926. En la pintura del Museo, el corte transversal del cuello casi seccionado del volátil está pintado como un cuadrángulo bisecado por una diagonal, que hábilmente confiere realidad tubular a lo que de otro modo no sería más que una curva plana. Si el borde de la mesa no se hubiera comprimido contra el plano pictórico, también el animal y los demás objetos de la mesa habrían quedado irremediablemente desprovistos de volumen. Al forzar la convergencia de dos planos, Picasso ha creado la ilusión de profundidad y potenciado la sensación realista de dimensión que es esencial para el impacto de la obra.
Picasso pintó con frecuencia distintas versiones de un mismo tema, a menudo por parejas. El del gallo muerto se repite en una pintura casi idéntica (Ave de corral y cuchillo sobre una mesa, París, 21 de febrero 1947) en la que las patas atadas del animal ascienden hasta el centro de la obra, de modo muy semejante a los miembros atados de uno de los cadáveres humanos del Osario de 1944-1945 (MOMA, Nueva York), y a las patas de animales listos para ser sacrificados en obras de 1938 (p. ej., un gallo en Z.IX.109 y una cabra en Z.IX.116). La investigación reciente data estas dos naturalezas muertas con gallo el 21 de febrero de 1947 [4]. Son tan coincidentes que resulta difícil aventurar en qué orden se pintaron o qué razón pudo llevar a Picasso a tratar el asunto dos veces en un día. Basándose en los detalles y el grado de estilización, Boggs considera que la obra del Museo fue la segunda [5]. Christian Zervos, a pesar de un error de datación inicial, las catalogó por ese orden.
El tema culinario y las connotaciones domésticas de estas dos pinturas anuncian el asunto de las dos obras maestras abstractas de 1948 que glorifican la cocina de la Rue des Grands-Augustins (La cocina, MOMA, Nueva York, Z.XV.106; La cocina, Musée Picasso, París, Z.XV. 107)» [6].
Texto:
[1-5] BOGGS, Jean Sutherland, Marie-Laure Bernadac y Brigitte Léal. 1992. Picasso and Things. Cat. exp. (Cleveland: The Cleveland Museum of Art, 1992; Filadelfia: The Philadelphia Museum of Art, 1992; París:Galeries Nationales du Grand Palais, 1992). Cleveland: The Cleveland Museum of Art, pp. 23, 26, 28, 312.
[6] GIMÉNEZ, Carmen (ed). Colección Museo Picasso Málaga. Málaga: Museo Picasso Málaga, 2003, pp. 135-137.
¿Qué estaba ocurriendo en 1947?
- Picasso se inspira en Lucas Cranach para crear una serie de litografías
- Dennis Gabor desarrolla el método para crear el primer holograma
- Pakistán e India se independizan del imperio británico
Obras relacionadas
Dirección
Palacio de BuenavistaCalle San Agustín, 8
29015 Málaga
Tel: (34) 952 12 76 00
Email: info@mpicassom.orgNewsletter