«Hombre desnudo contemplando a su compañera dormida [Hombre mirando a una mujer dormida] es una obra de pequeño formato, ejecutada a lápiz y óleo sobre la tapa de una caja de puros, probablemente en el verano de 1922 en Dinard. El estilo es el característico de la ‘época neoclásica’ de Picasso, en la que, con alusiones constantes al arte histórico, se orientó de manera más abierta hacia los modelos de la Antigüedad. El cuadro refleja también su interés de ese momento por la pintura del siglo XIX, a su vez imbuida de los ideales antiguos.
El equilibrio sutil de la composición, el acercamiento al dibujo y la idealización de los desnudos hacen pensar, por ejemplo, en Ingres, referencia frecuentemente citada por la crítica contemporánea para describir la nueva manera de pintar de Picasso. En efecto, la postura sensual de la joven dormida, con la cabeza apoyada en la curva del brazo levantado, es un eco explícito de las bañistas y odaliscas del maestro francés., inspiradas a su vez en la Venus de Giorgione. En el mismo sentido, Rosenblum comparó la figura masculina de Picasso con la de Augusto en Virgilio leyendo la Eneida ante Augusto, Octavia y Livia (1819; Musées Royaux, Bruselas). Es probable que Picasso viera esa pintura en el Salon d’automne de 1905, y nuevamente en 1921, dentro de la gran retrospectiva de Ingres celebrada en París.
La importancia del dibujo para la pintura quedó establecida por las primeras academias, y hasta el final del siglo XIX fue frecuente que los pintores dibujaran a sus personajes desnudos antes de “vestirlos” con pintura y eliminar todos los signos visibles del trabajo preparatorio para completar el cuadro. Picasso invirtió ese método, oponiendo hábilmente la fuerza abstracta de la línea a la lisa planitud del fondo rojo y los contornos ilusionistas del desnudo masculino. En otros aspectos, las líneas subyacentes y el uso parcial de óleo recuerdan ciertos cuadros de Jacques-Louis David, que, a diferencia de las obras de Picasso, se considerarían inacabados en el contexto académico de finales del siglo XVIII. Un ejemplo es su Bonaparte (1797-1798; Musée du Louvre, París), expuesto en París en 1913, y otro el monumental Juramento del Juego de Pelota, en el que las líneas de lápiz están incompletas y sólo un desnudo, cuatro rostros y unas cuantas manos se han pintado al óleo.
Hasta ahora, la investigación no ha podido establecer concluyentemente que Picasso viera esa obra antes de 1921, pero tampoco cabe desechar la idea, considerando el interés que más tarde mostró por La muerte de Marat (1793; Musées Royaux, Bruselas) y Las Sabinas (1796-1799; Musée du Louvre, París), dos obras maestras de David que el pintor español reinterpretaría respectivamente en 1931 y 1962-1963 (El rapto de las Sabinas [según David], Mougins, 4, 5 y 8 diciembre 1962. Musée national d’art moderne, Centre Georges Pompidou, París). […]».
Texto: Comentario de Cécile Godefroy en GODEFROY, Cécile y Marilyn McCully (dirs.). Pablo Picasso: 43 obras. [Cat. Exp.: Museo Picasso Málaga, 2010]. Málaga: Museo Picasso Málaga, 2010, p. 66-71.