15/02/201025/04/2010

Frantisek Kupka

Obras de la Colección del Centre Pompidou

Nacido en Bohemia en 1871, František Kupka comenzó su formación en la Escuela de Bellas Artes de Praga, donde aprendió las formas académicas de la pintura, y más tarde en la Viena del fin de siglo, entonces capital del Imperio Austrohúngaro y apasionante escenario habitado por pensadores y artistas como Sigmund Freud y Gustav Klimt. Allí, sus tempranas aspiraciones espirituales lo llevaron pronto a interesarse por el simbolismo, que defendía la búsqueda de la verdad universal, la metáfora como expresión de ideales y la introspección. Este intenso interés por lo metafísico, así como el compromiso que siempre mantuvo con sus orígenes, marcó toda su trayectoria artística, que desarrolló principalmente en París, ciudad en la que, atraído por su halo de modernidad, se instaló en 1896 y donde permaneció hasta su muerte en 1957.

Artista de su tiempo pero de difícil clasificación, se relacionó con los movimientos artísticos que se fueron perfilando durante la primera mitad del siglo XX, pero siempre supo mantener una trayectoria personal, lo que a menudo le valió ser tildado de “rebelde, insubordinado y seguidor de su propio camino”, en palabras del pintor y teórico Félix Del Marle. Nunca se sintió cómodo con los límites que imponía la pertenencia a un movimiento en concreto, razón de que su pintura desafíe los relatos clásicos del desarrollo de las primeras vanguardias e invite al espectador a nuevas consideraciones sobre el nacimiento y la evolución del arte moderno.

Su carácter independiente encontró durante cierto tiempo refugio en los grupos de artistas de Puteaux, junto a los hermanos Duchamp-Villon, y la Section d’Or, próximos a lo que Guillaume Apollinaire llamó cubismo órfico –variante poética y colorista del cubismo— y también interesados en la existencia de una cuarta dimensión, las proporciones matemáticas, el movimiento y el espiritismo. En este entorno el artista llevó a cabo una reflexión que lo empujaría, ya en 1911, a una personal abstracción, que irá progresivamente desarrollando en dos líneas principales que desde entonces convivieron en su obra.

Dos direcciones

Por un lado, Kupka investigó el ámbito de lo orgánico, es decir, de la consonancia de las formas y la armonía, de las vibraciones y las formas fluidas. La segunda de las direcciones tendió hacia una abstracción más geométrica, con una profunda exploración de la relación entre los planos, la idea de centro, las líneas, los colores y el ritmo. “Llevé la pintura, mi pintura, hasta sus factores, sus elementos, como hubiera dicho Poussin. Y, como podéis ver, se trata siempre del plano, la línea y el punto. Ésas son las razones de la evasión que he buscado en completa soledad”, explicó el pintor, cuyo método de creación fue siempre meticuloso, sistemático y profundamente reflexivo.

Aunque durante su vida había gozado de cierta notoriedad, no fue hasta los años treinta cuando comenzó un período de reconocimiento que, aunque tardío, lo situó como pionero del arte abstracto. Sin embargo, Kupka siempre orientó sus aspiraciones fuera de este ámbito: “Aunque no logre un gran éxito en vida, no me molesta pensar que éste vendrá después de mi muerte. Mi ser no se reduce a mi cuerpo y, en ese momento, navegará muy lejos, al reino del espacio”.

La exposición que le dedicó el MPM incluyó 91 obras entre óleos, dibujos y obras gráficas. El conjunto permitió entender la trayectoria de Kupka, desde sus primeros trabajos simbolistas hasta su última etapa creativa. Las obras provinieron de los fondos que el Centre Georges Pompidou posee de este artista checo, en gran parte legados en los años 1959 y 1963 por Eugénie Kupka, viuda del pintor.

František Kupka. Obras de la Colección del Centre Pompidou fue la primera exposición retrospectiva en España dedicada a este artista. Estuvo comisariada por Brigitte Léal, directora adjunta del Musée National d’Art Moderne-Centre de Création Industrielle (MNAM-CCI) y coproducida con la Fundación Joan Miró de Barcelona, donde se mostró previamente.

La exposición se complementó con un conjunto de 21 documentos entre los que se incluyeron cartas, publicaciones con ilustraciones del artista, fotos y libros escritos que contribuyeron a la comprensión de su obra. Estos fondos procedían de la Biblioteca Kandinsky del Centre Pompidou, la colección personal del galerista Pierre Brullé y del Musée de Grenoble, en Francia.

La exposición

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