Antesalas del espectáculo
A diferencia del usual anonimato que tienen los camerinos de los actores, lugares sagrados para la profesión y tantas veces emulados en el cine en films como Cabaret o Birdman, los ateliers artísticos han recibido tradicionalmente una particular atención, rebajándolos a un trato anecdótico o más o menos pintoresco. Quizás por ello se ha evitado escudriñar en la complejidad de estos lugares de realización de las artes o de la transformación psicológica del actor. Sus orígenes, como hoy se nos ha explicado lo que se suponen eran, podrían situarse en los inicios del siglo XIX con el poder en declive de las normativas académicas hasta las décadas centrales del siglo XX. A lo largo de la historia del arte de esta época, el taller conocerá importantes mutaciones, a la vez que el artista se define en términos de subjetividad y el arte gana para sí la posibilidad de una experimentación prácticamente ilimitada. Hacia la mitad del pasado siglo, pareciese que ciertas tendencias, como el arte de acción, la exigencia de participación del espectador en la elaboración de la obra y la digitalización de los soportes obligan a preguntarse críticamente por su actualidad. Sin embargo, esta antesala de la presentación en sociedad de lo que el artista elabora a partir de sus experiencias y reflexiones íntimas, sigue transmitiendo el encanto de un lugar prohibido a la curiosidad de la mirada del espectador.