El teatro en la obra de Picasso
El análisis exhaustivo de la obra del artista malagueño permite afirmar que el teatro fue una fuente de inspiración incluso en su etapa más temprana. Entre los numerosos motivos que se identifican en su amplio repertorio cercanos al mundo de la farándula y del teatro popular, las figuras de la Commedia dell’arte de Pierrot y de Arlequín jugaron un papel esencial dejando para la posteridad algunos de los retratos mundialmente más aclamados realizados por Picasso. Las figuras de estos dos frágiles bufones se convirtieron, gracias al talento creativo del artista, en personajes de referencia para identificar a una tipología del artista moderno, inconformista que provenía en su origen de la figura propia del “genio” del Romanticismo. La fascinación del pintor por la bohemia del teatro, por los seres que lo habitan y por la creación artística como un gesto de contenida teatralidad no sólo se refleja en las innumerables presencias de este tipo de motivos en cuadros, dibujos o grabados, sino también en sus colaboraciones para el diseño de telones y vestuarios para los Ballets Rusos.
«En la mente de Picasso, hay un paralelo entre la pintura y el teatro. Es decir, ha llegado a considerar ambos como medios diferentes pero comparativos de crear un mundo ilusorio (que existe en un plano separado y sujeto a leyes y técnicas que son suyas) con imágenes que, sin embargo, reflejan y nos ayudan a los espectadores a saber más sobre el mundo real en el que vivimos […]»