Enmascaramiento
En su respuesta a la teoría sobre el juego y su relevancia en el desarrollo civilizador del ser humano formulada por Johan Huizinga en su libro Homo Ludens de 1938, el escritor, sociólogo y crítico literario francés Roger Caillois propone una clasificación primaria de los juegos apuntando a que un tipo de ellos está orientado sobre todo a promover el “mimicry”, es decir la imitación o el simulacro. En esta manera de interacción libre, separada de la realidad incierta, improductiva, reglamentada y ficticia, el sujeto juega a creer, a hacerse creer o hacer creer a los demás que es diferente de sí mismo. Para disimular la potencial realidad que lo define como sujeto, inventa un relato imaginario simulando una segunda realidad en la que la acción es una especie de “como si” ocurriera. Una actividad pues de enmascaramiento propia de la representación teatral o de la interpretación dramática que tiene, según Caillois, tres objetivos esenciales: disimular, metamorfosear o aterrorizar. La máscara ha sido, a lo largo de la diversa evolución cultural de la humanidad, un recurso muy económico, a efectos de producción, y extremadamente versátil en lo que a su diversidad estética se refiere.